Vienen entrañas: un email de Luz Pichel

Querida:

Dándole vueltas a qué puedo mandarte para «Las entrañas del texto» no creas que he llegado muy lejos.  No suelo guardar muchas versiones «primeras», sobre todo porque trabajo directamente  con el ordenador y casi siempre me olvido de hacer copias, más bien realizo los cambios sobre el texto sin copiarlo previamente para guardar versiones. Si lo hiciera (de hecho en algunos casos ocurrió), creo que no me gustaría mostrar ese proceso porque se perdería parte del misterio de los poemas. Puedo decirte que cada poema es hijo de una historia diferente. A veces (y es lo raro) la versión definitiva es la primera o una de las primeras. Lo normal, sin embargo, es que vuelvo sobre el poema muchísimas veces y a lo largo de mucho tiempo. A mí me parece que los poemas deben reposar largamente para que la distancia permita verlo como un objeto ajeno a la propia piel. A veces, rescato, pasados los años, un poema que había sido descartado.  Necesito, eso sí, tener en la cabeza una idea de libro, pensar el poema como perteneciente a una estructura que lo acoge. Entiendo la creación de un poema como un trabajo, me requiere esfuerzo, a veces mucho, mucha obsesión y mucho tiempo «perdido». Pero el trabajo es placentero y eso es lo mejor de escribir, la forma en que la mente se concentra tanto y durante tantas horas a veces que la sensación física al final es de una gran armonía y bienestar.  Siento cierto pudor de contarte esto pues pertenece a mi yo más personal, lo hago porque creo que coincide con lo que sienten otros creadores, no solo poetas; así aquella paz que mi padre transmitía mientras hacía artesanalmente un cesto de mimbre.

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Email de Luz Pichel recibido el 23 de agosto de 2017

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