Marilar Aleixandre: meter las manos en el pozo de la desmemoria

Dos voces se han enzarzado en mi garganta durante años, amenazando con estrangularme, los escritos sobre argumentación y la literatura. Si en los primeros he sido sistemática y en poesía suelo hacer un esquema del libro –que no siempre sigo– para las novelas parto de unas pocas líneas escritas a mano o en el ordenador, de un embrioncillo de situaciones y personajes que van desarrollándose. La memoria, pasado el tiempo, guarda datos que pueden resultar engañosos. Durante meses he contado que la primera idea de Las malas mujeres surgió de la biografía sobre Concepción Arenal de Anna Caballé, en la que se citaba la cárcel de La Galera de Coruña en la que había 300 presas. Cierto, pero he comprobado que la primera anotación sobre la biografía es “rapar ás mulleres nos hospitais para vender o seu cabelo”. Esto se trasladó a las primeras líneas del libro. Tal vez tenga que ver con una dura experiencia infantil: a mí me raparon el pelo al cero a los ocho años y fui al colegio con un gorrito de lana. En todo caso, desde que leí que Concha Arenal fue visitadora en La Galera imaginé un conflicto con una presa, una novela sobre la violencia social, ejercida sobre colectivos, idea que guía mucho de lo que escribo.

[Imagen 1: Biografía Anna Caballé]

Anoto ideas de forma azarosa en más de un cuaderno. Compré este “Caderno de Viet Nam” en Ha Noi el 30 de diciembre de 2019; la pandemia se había iniciado aunque no lo sabíamos. Las malas mujeres fue escrita durante el confinamiento: el ordenador sabe la fecha exacta en que abrí el fichero, el jueves 2 de abril. Sisca aún se llamaba Nela y yo no sabía por qué estaba presa. Sí sabía que la novela tendría una estructura casi matemática, con tres partes de once capítulos.

[Imagen 2: Caderno VN data Galera]

El 31 de mayo de 2020 había escrito doce capítulos, pero aún seguía sin decidir qué había llevado a Sisca a la Galera. Ese día en Toba, la casa familiar de mi compañero Ramón Facal, su hermana Soledad sugiere una terrible historia, la de la abuela de Laura Losada, compañera de su hijo, que murió en 1952 por un aborto realizado en condiciones insalubres. Noventa años después del tiempo de la novela los abortos seguían siendo ilegales. Se sometió a tres por el hambre, no por la honra. La acompañaba su hija, Mercedes Losada, Chiruca, que tenía ocho años, y a quien está dedicada la novela. Anoté lo que me contó Laura y ella quedó en que Chiruca me llamaría, pero el Covid lo impidió y no pude hablar con ella hasta diciembre.

[Imagen 3: Caderno VN Avoa Laura]
[Imagen 4: Captura pantalla Mercedes]

En la tarea de meter las manos en el pozo de la desmemoria para sacar de él las vidas de unas mujeres que no le habían importado a nadie, encontré pocas ayudas. No había documentación sobre la cárcel aunque tuve la fortuna de descubrir las Memorias de la Sociedad de la Magdalena. La crearon Concha Arenal y Juana de Vega –personaje fascinante y apenas conocida– para enseñar a leer a las presas. Me emociona el empeño de estas mujeres hidalgas en compartir conocimientos con las infortunadas. Para ello encargaron doce pizarras, como la de la imagen, comprada hace años en la feria de Monterroso. A los pocos meses el alcaide Vicetto prohibió la escuela. No era fácil hacer hablar en la novela a mujeres privadas de voz, por eso en los capítulos de “El mudo coro de las malas mujeres” toman prestada la voz de poetas, sobre todo Rosalía, para contar sus historias.

[Imagen 5: pizarra]

Sisca estaba encerrada y yo, durante los meses del confinamiento, también. Cuando se pudo salir paseábamos a las orillas del Sarela, y algunos de los pájaros o flores silvestres –ventureiras en gallego– que veía llegaron a las páginas en las que Sisca recuerda las veredas del campo. Así las extrañas raíces de los sauces, rojas como el cabello de las brujas –y el de Concha Arenal.

[Imagen 6: raíces salgueiro]

Corrijo una y otra vez lo que escribo. Procurar la palabra exacta, ajustar la arquitectura de la novela. Hasta el 28 de agosto, poco antes de enviarla al premio Blanco Amor, estaba escrita en primera persona. En poco más de una semana reescribí todo el texto en estilo indirecto. Suelo compartir novelas y poemas con algunas escritoras en quienes confío, y Las malas mujeres sufrió algunos cambios sustanciales a causa de esas lecturas. 

Marilar Aleixandre (Madrid, 1947) ha ido rodando de un lugar a otro y añora todos ellos. Tiene la lengua partida entre la biología / la enseñanza de las ciencias y la literatura, para la que se apropió de la lengua gallega, robando infancias e imaginarios de otros. Ha publicado narrativa, poesía, literatura juvenil, ensayo y textos aún más raros. Sus últimos libros traducidos al castellano son Lobos en las islas (Arde) y Las malas mujeres (Xordica, premio nacional de narrativa), ambos en 2022.

María José Bilbao: lugares posibles para el germen del cuento

6 de marzo de 2023

Hola María, 

Perdón por la demora en responder. Me tomó un par de días ubicar mis cuadernos y luego un esfuerzo tremendo leerlos y seleccionar lo que te podría servir. Mis cuadernos son medios caóticos y a veces no entiendo la letra. Te envío una selección de las partes más legibles. Todo lo que fotografié está en distintos cuadernos, que van desde el 2015 hasta el 2021.

Haciendo este ejercicio, reconozco que la mayoría de mis apuntes son sobre mi estado mental/anímico, del que me sitúo para poder escribir. Escribo bastante de eso, para qué escribo, para quién, etc. Me parece que lo hago para darme ánimos e identificar mejor cómo o desde dónde puedo empezar algo. También se nota que empiezo y borro para luego empezar a escribir otra cosa y que me cuesta mucho sentirme satisfecha con lo que hago.

También veo partes en las que me doy consejos o me recuerdo cosas, menciono la forma en que quiero escribir o hago balances de lo que llevo (generalmente quejas jaja).

Hay párrafos donde también identifico ideas, o al menos el germen, que luego terminaron en cuentos que incluí en mi libro. Por ejemplo, en una parte digo que “he ido a meditar a un árbol y me he sentido parte del árbol”. Ahora me doy cuenta que a partir de ese germen pensé mi cuento La vista es siempre una niebla, que tiene que ver con el cuerpo humano y las plantas.

También encontré una frase que dice “prefiero que me imaginen sin cabeza”. También la usé en un cuento y, ligeramente modificada, le da el título al libro.

Lo que más me llamó la atención fue leer una página donde anoto que perdí todo lo que había corregido, algo que había olvidado y que en realidad atrasó todo mi proceso de escritura. Estuve frustrada mucho tiempo, pero luego me obligué a reconstruir todo de memoria y esa misma fragmentación terminó siendo el último cuento del libro, Ello, que a diferencia del resto es fragmentado y difuso. Bueno, porque lo hice con los pedazos que recordaba de la versión que perdí. Al final terminó siendo un ejercicio que me vi obligada a hacer, ahora me pregunto si sirvió de algo o si tuvo sentido incluirlo en el libro. Pero ya es demasiado tarde para arrepentirme.

María José Bilbao (Santiago, 1985). Es licenciada en Literatura y autora del libro de cuentos Preferiría que me imaginaran sin cabeza (Montacerdos, 2022).