Todo lo previo a la escritura, está dentro de mi cabeza. Y luego en un cuaderno. O en varios cuadernos. Pero primero es la idea. Adentro. Luz que se enciende sobre algo: un lugar, una biografía, sensación o emoción. Entonces damos vueltas ella y yo. La idea y yo. No quiero mirarla de frente, no quiero que me mire de frente. Esquivo su persecución. Al final, existe un día en que me armo, ¿de valor?, ¿de armas?, y la miro: qué es lo que estás alumbrando. Hasta dónde puedes llegar.
En el caso de La hija del comunista, alguien sembró la semilla. Es curioso cómo se abren los ojos y los oídos cuando buscas una historia. Pero estamos hablando de la anécdota. El tema ya estaba ahí. Va contigo. A veces, va de fábrica. Y lo vas a acabar contando. Y dará igual el cómo. A mí me narró el poeta Marcos Ana cómo al salir de prisión el Partido Comunista lo sacó de España clandestinamente y lo llevó de ruta por los países del bloque soviético. No lo olvido: «me llevó a visitar Dresden, allí había una pequeña comunidad de exiliados españoles». ¿Cómo? ¿Exilio en Alemania? ¿Entonces? Así encontré la voz que iba a contar esa historia. Una mujer de raíz española. Y ahí empezó un trabajo largo: la documentación.
Soy periodista. Aunque soy periodista. O gracias a que soy periodista. No sé muy bien qué quiere decir «ser» en este caso. Pero empecé a indagar. Y se me fue de las manos. Hubo un momento en que la investigación frenaba la escritura. O, tal vez, yo seguía buscando datos, calles, fechas, archivos, para que la investigación frenara la escritura. Hablábamos de valor. Entonces escribí una primera página. En mi ordenador portátil. En la cocina de mi casa. Era octubre de 2013. La primera página que, excepto el nombre del personaje, conserva intacta la novela.
Pero estaba empezando a escribir una historia dentro de la Historia. Y no se podía fallar. No tenía que ser verdad, pero tenía que parecerlo. Así que empezaron las cronologías. Fechas de nacimiento, construcción del muro de Berlín, apertura de las comunicaciones, cifras, mucho alemán, buscar cosas como: uniforme de la Freie Deutsche Jugend o cuál es el río que hace frontera en la antigua frontera entre Alemania y Checoslovaquia. Trazar una línea. La primera parte de la novela fue diseccionada poco a poco por mi editora, Lara Moreno. Yo asistía a una tutoría, con una periodicidad muy inexacta, donde leía lo que iba escribiendo. Una noche, en Lavapiés, le conté el final: esto va a pasar. Y todo el camino se dibujó.
Fui a Berlín dos veces durante la escritura. En el primer viaje, entrevisté a las hijas de dos exiliados españoles en la RDA. Yo ya había escrito la primera parte de la novela. Pero allí Katia tomó otra forma. Incluí el capítulo 3, Sangre de sardina, al conocer sus anécdotas. Aprendí a mirar el muro como lo miraban ellas. La realidad superando a la ficción.
Siempre pensé que si llegaba a escribir una novela, no iba a ser de esta forma: método, guion, sostenida en un argumento preciso que tenía que suceder y tenía que llegar a quien la leyera. Y me sorprendió. Había terminado un libro con punto final. Había un desenlace ahí. Había contado en 190 páginas, algo más de cuarenta años. ¿Eso funcionaría?
Cuando terminé, llegaron las correcciones. Tenía que ser en papel, tenía que anotar. Todos esos folios que imprimí han servido a mi hijo como lienzo para sus manos. Quedaba algo: el título. Queríamos, Lara Moreno y yo, que fuese evocador, queríamos alemán en el título. Pero no dábamos con ello. Queríamos que quien cogiese ese libro supiera que iba a viajar al Berlín oriental. En mi cabeza, estaba Vaterland, patria en alemán, literalmente: la tierra del padre. Pero esa V que en alemán se lee como una F, en español remitía a otra cosa. Y renuncié. Y el libro terminó titulándose La hija del comunista. Y supimos que eso era.
Y aquí estamos ahora: armándonos de nuevo.
Aroa Moreno Durán nació en Madrid en 1981. Estudió Periodismo en la Universidad Complutense, especialista en Información Internacional y Países del Sur. Ha publicado los libros de poemas Veinte años sin lápices nuevos (Alumbre, 2009) y Jet lag (Baile del Sol, 2016). Es autora de las biografías de Frida Kahlo, Viva la vida, y de Federico García Lorca, La valiente alegría (ambas en Difusión, 2011). Premio Ojo Crítico de Narrativa 2017 por su primera novela, La hija del comunista (Caballo de Troya).