David Refoyo: del surco nace el poema

DEL SURCO A LA AUTOVÍA O CÓMO ESCRIBÍ DONDE LA EBRIEDAD

Mi poesía no es premeditada, por eso me acompaña una libreta cada vez que salgo de casa. No siempre es la misma libreta y eso me ayuda a construir un poema en varios planos diferentes y romper con la linealidad, con esa obligación de ordenar los poemas en un orden cronológico autoimpuesto que no suele enriquecer el resultado final.

Anoto ideas sueltas. Si puedo extenderme un poco, trato de cerrar el poema de forma rápida, para trazar los puntos de partida del texto. No me detengo en exceso en los detalles, prefiero ahondar en el significado inicial y, a modo de braingstorming, concatenar nuevas proyecciones sobre esa base. El lenguaje, en ocasiones, es pobre, a priori nadie consideraría esos materiales dignos de un libro.

A veces, en lugar de una libreta utilizo la grabadora de sonido de mi móvil. Suele coincidir cuando conduzco atravesando las llanuras castellanas. De repente, esa idea inicial que ha estado rondando en mi cabeza durante días parece que quiere salir. Enciendo el teléfono y hablo, como si recitara al mundo desde un habitáculo en el que estoy solo. Amor.txt y buena parte de Donde la ebriedad le deben mucho a un Seat Ibiza 1.7 de color negro.

 

No soy muy ordenado en la recopilación de notas escritas o de voz. Trato de que las ideas maduren un poco antes de pasarlas a limpio. Vuelco estos textos sin apenas valor, quizá un hallazgo prematuro o un verso que considero útil, a un documento de Word (durante algún tiempo lo hacía en mi blog, de manera que los versos se expandían y podía obtener feedback de algunos lectores prácticamente en tiempo real).

En este paso es donde hilvano el poema, el armazón. Tardo bastante tiempo en conjuntar las piezas, en sacudir versos que no sirven de nada y despojarme de las ideas que no aportan al texto. En Donde la ebriedad, además, necesitaba introducir versos de Claudio Rodríguez y utilizar símiles, reformulados, característicos en su poesía. Estos versos están subrayados en un ejemplar de su poesía completa, editado por Tusquets, junto con las anotaciones pertinentes.

Regreso a este documento cada cierto tiempo. Leo y anoto en los márgenes del archivo. Leo y corrijo. Cambio de orden algunas palabras. Leo en voz alta para percibir el ritmo y, sobre todo, las rimas. Grabo el poema en audio para hacerlo mejor. Odio las rimas involuntarias y trato de minimizarlas al máximo, aunque no siempre es posible.

Regreso a este documento cada cierto tiempo. Leo y anoto en los márgenes del archivo. Leo y corrijo. Cambio de orden algunas palabras. Leo en voz alta para percibir el ritmo y, sobre todo, las rimas. Grabo el poema en audio para hacerlo mejor. Odio las rimas involuntarias y trato de minimizarlas al máximo, aunque no siempre es posible.

Después de leer y releer el documento en pantalla varias veces, cuando creo tener armado el libro, lo imprimo y encuaderno. Durante semanas me acompaña a cualquier parte y siempre es un buen momento para leer unos versos, compartirlos con alguien o corregir/tachar/garabatear… Si el poema se me atasca en la lectura lo grabo en audio, así puedo escucharlo en el coche o en cualquier otro sitio. Esa escucha y leerlo en voz alta acompañado de mi guitarra, me ayudan a gestionar el ritmo y que las piezas encajen exactamente donde quiero. Dar cera, pulir cera.

En Donde la ebriedad, el verdadero banco de pruebas resultó de recitar algunos poemas en directo, acompañado de SusHijas, en diversos festivales poéticos y musicales. Así podía medir el grado de intensidad y el ritmo de los versos y, también, para comprobar la aceptación y significados por parte del público. Inmediatamente después de cada concierto corregía los detalles que me habían chirriado.

Otras veces realizo dibujos a mano, como un story board, que me sirven para preguntarme por la linealidad y el discurso, por la comprensión, por los elementos que faltan o le sobran. Cuando tengo toda la información que creo necesitar, paso todas las correcciones del papel al ordenador. Y sigo leyéndolo y puliéndolo cada cierto tiempo hasta que considero que ya tengo un libro con la calidad mínima que me exijo. Después se lo envío a mis lectores de confianza, cuyas anotaciones me ayudan a pulir los últimos (a veces no tan últimos y el libro cambia por completo) detalles. Y, al final de este proceso, le escribo a Elena [Medel, editora de La Bella Varsovia]. Lejos de dar por finalizado el proyecto, lo sigo corrigiendo hasta que entrego el manuscrito definitivo que acabará en la imprenta.

 

David Refoyo (Zamora, 1983). Licenciado en Publicidad y Relaciones Públicas, trabaja como diseñador gráfico y creativo publicitario. Ha publicado las novelas 25 centímetros (DVD Ediciones, 2010) y El día después (Ediciones Lupercalia) y los poemarios Odio (La Bella Varsovia, 2011), amor.txt (La Bella Varsovia, 2014) y Donde la ebriedad (La Bella Varsovia, 2017)
También ha coordinado la antología Tiros libres. Relatos de baloncesto (Ediciones Lupercalia, 2014) junto a Patxi Irurzun y Daniel Ruíz García.
Lidera el proyecto Refoyo y SusHijas, donde combina spoken Word, música y audiovisuales.

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